De chica me crie en el campo, cerquita de Necochea. Sin televisor, sin computadora y sin un montón de cosas que hoy parecería imposible no tener. En cambio tuve árboles, hamacas, caballos, charcos, casitas en los árboles, gallinas, perros, barro, arco iris y lluvias sin paraguas. Confieso que he tenido una infancia feliz. En casa éramos cinco hermanos (cuatro varones y yo) y no se gastaba por gastar, más bien todo lo contrario. La ropa iba pasando de uno a otro, de hermanos y primas, y había que mucho para compartir. Una vez al año viajábamos con papá y mamá a Mar del Plata a comprarnos alguna campera, zapatillas o jeans. Y ese era el gran evento de consumo del año.
Hoy, el consumo se ha vuelto una práctica diaria en exceso casi imposible de frenar. Pero no todo está perdido. Estamos a tiempo de tomar conciencia sobre nuestros hábitos de consumo. Les aseguro que se puede vivir con menos y mejor: reducir el consumo y reducir los desechos que generamos.
Cada día, tenemos la oportunidad de elegir qué, dónde, para qué y a quién darle nuestro dinero. Guau, suena hasta importante, ¿no? Es que todos somos grandes decisores de compra y en la mayoría de los casos ¡no los sabemos! o no tomamos conciencia de ello. No lamento comunicarles que no soy el target al que apuntan las ofertas y promociones. No elijo los días para ir de compras según el descuento de tal o cual tarjeta y, aunque no lo crean, evito lo más que puedo ir al supermercado! Lo cierto es que desde hace un tiempo he decidido consumir menos y en lo posible directamente de manos de quiénes producen. Prefiero los pequeños almacenes de barrio, los mercados y las ferias. A la hora de consumir analizo también el impacto ambiental y social. Me importan tanto los procesos y las personas como los productos en sí mismos.

Estamos a tiempo de tomar conciencia sobre nuestros hábitos de consumo. Les aseguro que se puede vivir con menos y mejor: reducir el consumo y reducir los desechos que generamos.

Optar por un consumo responsable sólo implica realizar un cambio en nuestros hábitos de consumo. Les propongo que empecemos por tomar conciencia. La buena noticia es que todos podemos convertirnos en consumidores responsables. ¿Cómo? Podemos empezar por hacernos algunas preguntas simples:

¿Necesito lo que voy a comprar? ¿Estoy eligiendo libremente o es una compra compulsiva? ¿Cuántos tengo ya? ¿Cuánto lo voy a usar? ¿Cuánto me va a durar? ¿Podría pedirlo prestado a un amigo o a un familiar?

¿Ya busqué información para conseguir mejor calidad y menor precio? ¿Cómo me voy a deshacer de él una vez que haya terminado de usarlo? ¿Está hecho con materiales reciclables? ¿Las materias primas que se usaron son renovables? ¿Hay algo que yo posea que pueda reemplazarlo? ¿Me informé acerca de quién y cómo ha realizado el producto?

Este año me mudé muy cerquita del campo y vamos con mucha más frecuencia que antes. Sigue sin haber televisor ni computadora ni videojuegos ni tantas otras cosas. En cambio siempre hay caballos, charcos, casitas en los árboles, gallinero y las mismas hamacas en las que yo jugaba hace más de 35 años.

¿Y vos? ¿Qué hábitos de consumo tenés? ¿Qué podes aportarnos desde tu experiencia Green Vivant?

Hasta la semana próxima,

Angie.