YO INFLUENCIO, TU INFLUENCIAS, NOSOTROS INFLUENCERS?

Todos los días nuestra actitud influencia en menor o mayor medida a los que nos rodean. Creo que recién tomé conciencia de mi poder de influencer cuando fui madre. Descubrí que el hacer tiene diez veces más impacto que el decir. Y que el SER en ese hacer es todo.

Lo primero que hice al año de ser madre fue dejar de trabajar en relación de dependencia. Sentí una gran necesidad de rediseñar mi vida. Y cambié la seguridad de un sueldo a fin de mes por la libertad de trabajar desde casa o desde el lugar que más me gustara. Le puse marca a mi trabajo de comunicadora y lancé Doblezeta una agencia boutique de prensa y comunicación que sólo se movió de boca en boca, atendiendo a los clientes que nos motivaban. Y mientras trabajaba para otros, también trabajaba para mis propios sueños.

Durante más de 8 años incubé en silencio un proyecto personal que tomó una y mil formas antes de nacer al que finalmente llamé Sabe la Tierra. Iba a ser una gran expo, mega… pero cuando el proyecto estuvo maduro, yo tenía una hija de 4 años y otro de 2. Entonces, empecé por lo posible. Abrí el jardín de mi casa con 18 productores y emprendedores durante dos fines de semana. Luego armamos un Red de productores y vecinos y sostuvimos un cajón saludable durante un año.

Mientras tanto amasaba ese gran sueño que hoy se llama Sabe la Tierra (confieso que de amasar pan poco y nada pero a los sueños los alimento como a una masamadre:). Mis hijos se convirtieron también en mis grandes “influencers”. Ellos son mis maestros junto con Paulinho, mi gran compañero, que me acerca cada vez más a mi esencia y me devuelve una y mil veces a la tierra. Por ellos volví después de 25 años a vivir a Necochea. Y sepan que el universo conspira con las buenas decisiones.

Cada acción que hacemos en busca de nuestros deseos, habla por nosotros. Inspira sin saberlo a otros. Cada lucha que damos frente a nuestros hijos, repercute en ellos. Hace 15 años que soy independiente y trabajo por un mundo mejor.  Jamás me verán bajar los brazos. Y creo que esa es mi mejor influencia: ser una madre y mujer emprendedora que lucha por sus sueños. Que cree en el trabajo en equipo, en la fuerza de lo colectivo y en el bien común.

Me acuerdo que el año pasado, cuando no se podía salir a la calle, un día no aguante más y salí a caminar por el barrio (vivo en las afueras de la ciudad, en calles de tierra y arena, rodeada de árboles y con pocas casas por manzana). Mientras caminaba me paró la policía. Iban en una camioneta dos mujeres policías y me preguntan qué estaba haciendo y de dónde era. Les dije que había salido a tomar aire, que vivía a dos cuadras y de pronto estallé en un llanto. Mucha angustia contenida, mucha fortaleza frente a mis hijos: “Necesito salir a llorar fuera de casa’, les confesé mientras no podía contener las lágrimas. Creo que las sorprendí. Me pidieron que no me alejara demasiado y que vuelva rápido. Las policías siguieron su marcha. Y yo la mía.

Durante el 2020 mis hijos me vieron llorar más de una vez. Esa mamá fuerte se animó a mostrarse vulnerable. Leí el libro Frágil, el poder de la vulnerabilidad de Brené Brown que se los súper recomiendo. Habla del mundo como el nuestro, donde la perfección es la consigna y el éxito una necesidad y cómo los desafíos nos colocan frente a frente con el aspecto de nosotros mismos que más nos cuesta aceptar: la vulnerabilidad. Y sin embargo ahí radica nuestra mayor fuerza. Ser vulnerables y mostrarnos vulnerables puede ser la mejor influencia que podamos ejercer. Es un gran reto para rehumanizar la educación, el trabajo y las relaciones.