Hoy les quiero hablar de ella. Se llama Patricia. En casa la bautizamos Patra. Vivía en Paraguay y un día llegó con sus 18 años a Buenos Aires. Tenía la experiencia de haber criado a sus hermanitas, la inocencia y la dureza de haber crecido en el campo y todas las ganas y la ilusión de progresar en ‘la gran ciudad’. Vino a vivir a lo de una tía. Un amigo en común me la recomendó para que me ayudara con los chicos y la casa. Cada vez que conozco alguien como ella me pregunto lo mismo. Que hubiera sido de ella con mis mismas oportunidades? Siempre se lo dije. Ella hubiera logrado todo y mas! Medio en chiste y medio en serio cada tanto le insinuaba: “Vos con estudios universitarios me sacarías 10 cabezas».

Cuando abrimos Sabe la Tierra se quedaba en casa con mis hijos mientras que con Paulinho, mi pareja, ibamos a armar el mercado tempranísimo. Hasta que un día decidí cambiarle mi lugar. Empecé a quedarme yo con los chicos y le propuse trabajar en Sabe la Tierra. Ella se encargaba del puesto de frutas y verduras orgánicas y yo de lo pedidos y pagos. De a poco le enseñé a llevar la contabilidad en un cuadernito. Después le pedí que se ocupara ella de los pedidos y de recibirlos. Todos lunes pegaba prolijamente los remitos y registraba las ventas. Aprendió más rápido de lo que yo lo hubiera logrado.

Cuando llegó el día de venirnos a vivir a Necochea lo único que me “ataba” era ella. No sabía cómo decirle que nos ibamos. Di una y mil vueltas hasta que me animé. Lloré. Lloramos. Nos abrazamos. Y el único bálsamo que encontramos fue saber que se quedaria con la verdulería orgánica de San Fernando. A partir de ahora iba a ser SU emprendimiento. Y además, le dije que la ayudaría a conseguir otro trabajo para la semana. Lo tenía todo. Ganas. Perseverancia. Compromiso. Responsabilidad. Actitud. Sostuvo aquel empleo durante 4 años más. Hace unos días fui a visitarla al mercado donde sigue participando desde hace 9 años todos los sábados con SU puesto.

Cada tanto voy con mis hijos que la aman y la extrañan. Me contó que se cambió de trabajo, que está en la atención al público en un lugar de comidas para llevar y que a veces tambien le toca cocinar. Alquila su propia casa cerquita del mercado. No puedo dejar de pensar en la desigualdad de oportunidades. Una gran deuda de este mundo en el que vivimos. Sólo me consuela ver la fortaleza que tiene para salir adelante con lo que la vida le da. Sueño con un mundo más justo. Ella de todas formas va a lograr todo lo que se proponga y más!!!

En un mes prometió venir a visitarnos. Todavía me acuerdo cuando la lleve a conocer el mar. Con su mayor cara de asombro me dijo: “Qué río más grande!”. (De su belleza no necesito agregar nada, está a la vista).

Angie Ferrazzini
Periodista
Fundadora de Sabe la Tierra
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