Contanos en qué consistió tu reciente mudanza: ¿adónde vive hoy tu familia? ¿Qué motivó el cambio?
Volver al campo desde donde partí hace más de 25 años fue una decisión familiar. Hace tiempo que venía meditando el cambio. Con Paulinho, mi co-equiper de la vida desde hace 12 años, sentimos la necesidad de volver a la tierra, de animarnos a dejar nuestra zona de confort y animarnos a lo nuevo! Esto es para mí vivir la vida, tomar riesgos, aventurarme… Hoy todo está globalizado así que mucho de mi trabajo lo hago por internet, con muchas reuniones vía Skype y viajo también cada 15 días a Buenos Aires.

¿Qué extrañás de tu casa anterior? ¿Qué no extrañás para nada?
La verdad no extraño nada, no soy apegada a las cosas. Disfruto mucho de mi nueva casa, de estar en medio de la Naturaleza, dentro de un gran bosque y a pocos metros del mar. Quizás extrañe un poco lo colorida que era mi casa de antes, la luz, los colores ¡pero ya pintaremos nuestra nueva aldea!

La gran sorpresa fue encontrarme con una red de vecinos muy potente, trabajando en pos de lo comunitario, un espacio muy heterógeneo de personas y la riqueza que eso implica. 

¿Cuáles son los desafíos de adaptarte a una vida más agreste? ¿Cuáles las sorpresas más agradables?
Yo vengo de acá, viví muchos años de mi vida en el campo; así que para mí es volver al punto de partida. La gran sorpresa fue encontrarme con una red de vecinos muy potente, trabajando en pos de lo comunitario, un espacio muy heterógeneo de personas y la riqueza que eso implica. Vivo en un lugar en las afueras de Necochea que se llama “Villa del Deportista” donde hay casas de barro, huertas, caballos, perros sueltos, vecinas que dan yoga, talleres de fieltro, círculos de mujeres y clases de chikung. Hay artesanos, maestros, productores de cerveza artesanal… Encontré un mundo que me sorprendió gratamente y mis chicos andan en bici de acá para allá, se juntan en la canchita a jugar al fútbol, juegan en el bosque… parece un cuento pero es real.

¿Cómo es un típico día en tu vida desde que vivís en Necochea?
Me levanto muy temprano, llevo a los chicos al colegio por calles de tierra: a veces vamos por el camino del mar, otros por el campo. Si llueve estamos un poquito más complicados. Los dejo en el colegio y me voy a mi clase de gimnasia o de yoga según el día. Respiro mucho. Trabajo en casa con la compu, cocino, hago llamados y avanzo con todos los temas de Sabe la Tierra. Después busco a los chicos en el colegio y los llevo a sus actividades; estamos mucho en familia, vivimos más conectados y mucho más relajados. Veo a mis amigas más seguido y siempre hay tiempo para un café, una charla, una visita a mi papá. El día rinde mucho más, porque las distancias son más cortas y los problemas de tránsito no existen. También voy al campo, una vez por semana; ahora en invierno a buscar leña caída!

¿Cómo sigue tu relación con Sabe la tierra desde Necochea? ¿Tenés otros proyectos entre manos que se desplieguen en tu nueva residencia?
Estoy trabajando en la visión y la planificación de los próximos pasos de Sabe la Tierra. Algunos de esos pasos incluyen el interior del país y seguramente algo organice en Necochea, Mar del Plata y Tandil. Hace 4 meses que me vine y siento que hay muchísimo por hacer en esta zona. Estoy conociendo mucha gente interesante haciendo cosas con mucho sentido. También me dedicaré este año a escribir un libro, un proyecto nuevo que me tiene muy entusiasmada.

Recomendanos algún/os lugar/es imperdibles de tu nuevo barrio para los GreenVivant que pasen por ahí.
Los que vengan a Necochea tienen que conocer el Parque Miguel Lillo, las playas interminables, Médano Blanco, Quequén, la Laguna de Tupungato, la vida de campo, el Rio Quequén, Costa Bonita y Arenas Verdes. En cuanto a movidas interesantes: Ciudad Frutal, Ruca de Niños, Indigesta, Encuentro Permacultural. ¡Y mucho más que seguramente me falte conocer a mí también!

Muchas gracias Angie.