Yo sé que no voy a salvar el mundo, sé que no voy a poder apagar el fuego que arde en el Amazonas, sé que no puedo convencer a los que creen que lo orgánico no alcanzará para alimentar al planeta. Pero igual sigo. Sé que estamos en una emergencia climática (ya no hablemos de calentamiento global ni de cambio climático: es una emergencia!!!).

El presente me desespera y a la vez me desesperanza. Pero así y todo voy a seguir haciendo. No ya creyendo. No ya esperanzada. No ya optimista. Haciendo a pesar de todo. Esa es mi bandera. El hacer es la única respuesta que me nace desde lo más profundo. Pude haber elegido la crítica y la denuncia. Pude haber elegido la protesta y la resistencia. Pero elegí hacer como forma de manifestarme. Y elegí a los que hacen. A los que producen cuidando la tierra y las personas. Y juntos estamos siendo y haciendo Sabe la Tierra. Con vos. Con todos los que eligen otra forma de producir y consumir.

Les dejo una frase de Greta Thunberg la joven de 16 años que me tiene entre maravillada y estupefacta (hoy está cruzando el océano Atlántico en un velero para llegar de Inglaterra a Estados Unidos y asistir a diferentes cumbres climáticas y es la voz más potente del momento) “Nuestra casa está en llamas. No quiero vuestra esperanza, no quiero que tengáis esperanza. Quiero que entréis en pánico, quiero que sintáis el miedo que siento todos los días. Quiero que actuéis, que actuéis como si vuestra casa estuviera en llamas, porque lo está”.

Duele. Mucho. Moreno, mi hijo de 7 años, pregunta y pregunta y yo intento darle respuestas sin anestesia. El va sacando sus propias conclusiones. No puede creer lo del Amazonas, menos que haya sido intencional. Y anoche se despachó con todo: “Para que va a servir la plata, mamá, cuando nos falte el aire?”.

LEE AQUÍ EL MANIFIESTO DE SABE LA TIERRA FRENTE A LA EMERGENCIA CLIMÁTICA.