Cambiar hábitos es difícil. Pero no imposible. Hace 10 años me pregunté: ¿será que las personas están cansadas de ir al supermercado? ¿Será que si logro conformar una oferta interesante de productores y productos lograré que la gente vuelva al mercado? A esos mercados que tanto me atrajeron toda mi vida. A esos donde iba la señora del barrio con el changuito por sus compras semanales.

El desafío era enorme. No sólo estaba proponiendo un cambio en los hábitos de compra sino también en la alimentación. Ibas a venir a un mercado a hacer tus compras de manos directas de los productores y además te íbamos a proponer nuevos alimentos: verduras agroecológicas, frutas orgánicas, pollos pastoriles, huevos de gallinas criadas a campo abierto, panificados integrales, miel de campos libre de agroquímicos, lácteos biodinámicos, aceite de oliva orgánico y sigue la lista de compras que iba a ser posible en este mercado imaginario con el que tanto soñaba.

Ya habían pasado 6 años de investigación. Ya casi lo tenía. Tenía el nombre, el logo, la identidad de marca. Ja, ilusa de mí que creía que una vez logrado el diseño y las piezas de comunicación ya estaba! Faltaba algo muy importante. Casi lo más importante según los libros de marketing. Lo primero es el lugar. Lo segundo es el lugar y lo tercero es el lugar, reza la máxima.

Yo venía de abrir mi casa varios fines de semana pero también traía el ultimatum de Paulinho, mi compañero, que un día me dijo: -Basta con el mercado en nuestra casa! Y tenía razón. De pronto los sillones del living convivían con cajones de frutas, la heladera estaba tomada por los pollos que quedaban por retirar, el jardín con puestos que esperaban al sábado siguiente y se sumaban a todas las cosas que dejaban los productores en algún rinconcito para no molestar. Una mañana salí a buscar lugares.

Quería algo por el barrio, con verde, con techo, con onda…con habilitación. Conseguí todo, menos lo último. Pero como soy perseverante (más bien empecinada y testaruda) insistí una y mil veces cambiando la propuesta, cambiando la disposición, cambiando la frecuencia y por último tuve que cambiar el lugar. Fue imposible ese que quería. Y créanme que lo intenté todo: junté firmas de 300 vecinos apoyando la creación de un mercado en tu barrio, busqué cartas de recomendación, presenté el proyecto en varias áreas del municipio y tuve tantas entradas a las oficinas de cultura, producción, habilitaciones, gobierno, espacio público que pensé “les voy a ganar por cansancio”, pero nada. Claro, me faltaba lo que hoy tengo: 10 años de experiencia.

Golpe tras golpe se pulía la piedra emprendedora. No se imaginan lo mal que me sentía por aquel tiempo. Creo que bajé los brazos 15 días para volver con fuerzas renovadas. Y una mañana, una amiga que me veía empantanada en el bajo de San Isidro me dijo: -Angie vamos a San Fernando. Dale, animate a renunciar a ese espacio que tanto querés y hacelo posible! Cambiá de lugar!!! Primero me negué. Después mastiqué mi bronca. Lloré mucho. Nuevamente el ego aparecía tendido en el piso por nock out. Yo que me creía esa chica superpoderosa, tuve que juntar mis cosas y marcharme a buscar nuevos horizontes. Y pensé: Cómo voy a pretender que las personas cambien sus hábitos de consumo si yo no puedo cambiar el lugar donde abrir el mercado?

”El proyecto supera ampliamente al lugar” me dije desafiando a los gurúes del marketing. Y animándome a dar ese paso, el sueño parecía cada vez más cerca. Pero tenía que recuperar las ganas porque había que entusiasmar y convencer a 30 productores y emprendedores. Ibamos a lograr el primer paso en el cambio de hábitos. Ibamos a ofrecer un mercado súper completo. Y estaba convencida que esta vez lo lograríamos.

Hablé uno a uno con todos los productores. Juntos estábamos sentando las bases del cambio de hábitos en el consumo. Juntos estábamos fundando el primer mercado de productores @sabelatierra. Pero faltaba una pata importante: los consumidores. Esos que estaban ávidos de cambiar su alimentación y su forma de comprar. Esos que soñaban con hablar cara a cara con quien produce sus alimentos. Esos que querían saber de dónde vienen y cómo se elaboran.   Y hoy me emociona profundamente saber que hay tantas personas que eligen a Sabe la Tierra como su lugar. Su lugar para emprender y su lugar para comprar.

Hoy Sabe la Tierra es el lugar. El proyecto trascendió el espacio. Y que vengan de a uno los gurúes del marketing. #sabelatierra #sabe10años