La mayor parte de la gente piensa que este movimiento que invita a comer local, orgánico, de granja, casero… es solamente una moda. Pero no, es mucho más profundo que eso ya que tiene un impacto directo en nuestra salud.

Leyendo, encontré esta cita que considero lamentable pero cierta:

“…ni el sector agrícola ha tenido el objetivo de mejorar la salud y la nutrición de las comunidades, ni las comunidades y sistemas de salud han usado a la agricultura como una herramienta primaria para combatir la malnutrición y las enfermedades relacionadas con la dieta…” (1)

Creo que es hora de cambiar esta realidad. Sí, los productores locales cumplen un rol clave en el cuidado de la salud y deberían ser parte del sistema de salud!

Conocer las manos que producen tu alimento es la situación ideal más allá de si un alimento es “orgánico”, leyenda que muchas veces se usa con fines comerciales y se declaran orgánicos alimentos que no lo son (y que tampoco tienen las certificaciones y controles necesarios). Esto te empodera y te da la oportunidad de preguntarle a una persona real o productor, granjero, sobre el cuidado del suelo, sus prácticas de cultivo y producción, qué es lo mejor de la temporada, y todo lo que se te ocurra para tomar tus propias decisiones.(2)

Muchos ya sabemos que los alimentos que viajan mucho desde donde se producen hasta donde los consumimos, además de dañar el medioambiente, “pierden propiedades”. ¿A qué nos referimos con esto?

No sólo significa que, al pasar menos tiempo en la planta absorbiendo nutrientes del suelo, tienen una menor densidad vitaminas, minerales, oligoelementos, etc.

Lo que nos alimenta y funciona como medicina es fundamentalmente el lugar donde crecen los alimentos: nuestro hábitat “habitual”, el lugar donde vivimos.

Cada vez hay más estudios que relacionan positivamente el suelo con la salud ¿por qué? Porque en cada lugar hay una biodiversidad y relación única entre suelo, aire, animales, plantas y… bacterias! (3)

Ellas son quienes hacen la “magia” en los productos locales y en nuestro cuerpo, y  son lo que llamamos microbioma o microbiota: la población de microorganismos que vive en nosotros, en nuestra piel, tracto intestinal, boca, orejas… y es responsable del 70 % de nuestra inmunidad, de la eficiencia de nuestra digestión, y cuyo desequilibrio o “disbiosis” está asociado a muchas enfermedades graves como la diabetes, la obesidad o el cáncer y también a las enfermedades gastrointestinales, alergias alimentarias e intolerancias que hoy vemos cada vez con más frecuencia.

También se llama al microbioma “el segundo cerebro” ya que tiene más neuronas que el cerebro y la médula juntos, y desde allí se generan señales nerviosas y neurotransmisores que impactan desde el estado de ánimo hasta la conducta alimentaria y la agudeza mental, entre otras.

Pero no termina ahí: las bacterias que durante tantos años hemos intentado erradicar con sanitizantes, desinfectantes y todo tipo de productos, han sido también fundamentales para nuestra supervivencia, evolución y rápida adaptación a las circunstancias del medio y gracias a ellas podemos adaptarnos a todo tipo de cambios, como los de alimentación por ejemplo. Para hacerlo más gráfico: si siempre fuiste vegano y un día decidís empezar a comer carne (o no te queda otra opción) el microbioma activará genes para producir enzimas que te permitan digerir esas proteínas.

Pero para que todo esto ocurra necesitamos diversidad. Cuanto más diverso y abundante, mejor. ¿De dónde vienen estos microorganismos? Del suelo del lugar donde vivimos. Las frutas y verduras que compramos, si están cultivadas adecuadamente y respetando la biodiversidad del suelo, contienen todos estos microorganismos que colonizan nuestro cuerpo y nos mantienen sanos y felices.

Algunos tips para ayudar a tu microbioma:

  • Escuchate, prestale atención a lo que tu cuerpo intenta decirte
  • Hacé un diario o registro de comidas para identificar patrones
  • Experimentá con alimentos fermentados (kefir, kombucha, etc.)
  • Eliminá los alimentos procesados y ricos en azúcares y harinas refinadas
  • Sumá fibras: vegetales, frutas, granos enteros
  • Comprá orgánico o agroecológico siempre que puedas
  • Y fundamental: ¡comprá alimentos de producción local!

 

Por la Lic. Valeria López (*)

 

Referencias y recomendaciones de lectura:

(1) R.M. Welch, USDA Plant Physiologist and USDA Researcher at Cornell University

(2) Dra. Pamela Yee, MD. The Farmer and the Physician)

(3) Dra. Daphne Miller, MD. Fundadora de Whole Family MD https://wholefamilymd.org/

 

(*) Lic. en Nutrición  MN 3598Health Coach

Institute of Integrative Nutrition, NY, USA

Especialidad en Nutrición clínica y Obesidad

Universidad Favaloro, Argentina

Blog: licvalecoach.blogspot.com.ar